viernes, 23 de diciembre de 2011

El Cascanueces

Como si despertara de un sueño, así me siento hoy tras presenciar la brillante actuación del Ballet del Teatro Nacional Ruso interpretando “El Cascanueces”, la obra, magistral en sí misma, con la maravillosa música de Tchaikovsky se ve aún mejorada por la puesta en escena de los bailarines, que no solamente envuelven al espectador con las variadas danzas que interpretan sobre el escenario, sino que consiguen que quien la contempla sea un personaje más en el maravilloso escenario de la obra.

Más allá de la grandeza de todo cuanto esta representación encierra en sí misma, del despertar del sueño, de la transición de la infancia al mundo adulto, de la lucha del bien contra el mal, la sensación de haber cruzado el espejo de Alicia está presente durante hora y media, en la cual, las interpretaciones llegan a conmover a quien las ve, con una maestría sólo posible cuando se trata de una de las mejores compañías de danza del mundo, y, con el añadido de la variedad de estilos que se representan en una sola actuación con gran destreza técnica, artística e incluso emocional en su puesta en escena.

El espectador que ha ojeado el libreto no puede menos que asombrarse ante la frescura y la cotidianeidad de una obra tan remota en el tiempo ( 1892 ) y, más aún si se contempla desde la perspectiva de los cambios acontecidos desde entonces, así, la primera representación, que tuvo lugar en San Petersburgo fue presidida por el Zar de Rusia…y  de forma más global, las dos grandes guerras que cambiaron el mundo aún no habían tenido lugar. Y sin embargo uno se siente perfectamente identificado con el salón de la casa con el árbol de navidad en que se desarrolla la obra.

La variedad de indumentaria que conlleva la puesta en escena también es digna de mención, desde los coloridos trajes del primer baile, hasta los fastuosos vestidos de los ratones, el enigmático traje del personaje más complejo de la obra, que con un simple toque de su varita es capaz de transformar todas las realidades…hasta la adaptación de los trajes de cada país, acentúan aún más el contraste profundo entre los diferentes estilos que dentro de esta obra se representan.
La figura femenina principal, María, destaca tanto por la interpretación magistral de la solista, como por el personaje en sí, que expresa la doble y aparentemente incompatible versión de la heroína tan dulce e infantil, así como fuerte y decidida,  que sorprende por su actualidad.
El carácter masculino que la acompaña, el cascanueces, le ofrece, una réplica a su altura, con una interpretación clásica y sobretodo elegante.
Las danzas nacionales de gran originalidad, como la danza rusa tradicional del bailarín, con movimientos tan ágiles como memorables, y la aparente naturalidad de movimientos de la interprete árabe no puede menos que asombrar al espectador, que sale de la obra totalmente impresionado, tanto por la belleza de la obra maestra que es-adaptada originalmente por Alejandro Dumas- como por la grandiosa ejecución de este ballet que es difícilmente igualable. En cuanto al momento más célebre, el vals de las flores es, resultó ser para mí como un sueño,  casi mágico.
Una oportunidad de ver algo así no se da siempre, por eso desde aquí, recomiendo ver, al menos una vez en la vida un espectáculo semejante ya sea ballet, ópera, teatro… para poder disfrutarlo y casi paladearlo como si fuera un buen vino.
Un beso. Lola

1 comentario:

  1. Me encantaria haber podido disfrutarla contigo.
    Yo recomiendo a todo el mundo, al menos una vez en la vida, una gran Opera. Tuve la inmensa suerte de ir gracias al maravilloso regalo de mis amigas, a ver Fidelio en el Reina Sofia. Una experiencia increíble. Que amigas tan buenas tengo.

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